lunes, 3 de mayo de 2010

“La historia de la humanidad no ha sido otra cosa que una sucesión de guerras y talas de bosques”

La Licenciada en Letras y especialista en literatura española, Verónica Zumarraga, explica la trascendencia histórica del discurso pronunciado por el escritor español Miguel Delibes en 1975.

Hace 33 años, el prestigioso escritor y periodista español Miguel Delibes fue nombrado miembro de la Real Academia Española. En la ceremonia de bienvenida al organismo, los académicos agasajados deben pronunciar un discurso de recepción. El novelista nacido en Valladolid subió al escenario y, luego de los aplausos, pronunció las primeras líneas del texto que había preparado: Un mundo que agoniza: el sentido del progreso desde mi obra”.
Tiempo después de aquella noche en 1975 y a 10 mil kilómetros de España, el timbre de un colegio en Palermo indica el final del recreo. Los alumnos de primaria corren por las escaleras esquivando a la directora Verónica Zumarraga, Licenciada en letras de la Universidad de Buenos Aires y especialista en literatura española. Mientras tanto, con la calma del docente cercano a la jubilación, ella explica la trascendencia histórica del primer discurso pronunciado en la Academia que abordó la problemática ambiental.


Los discursos que se escuchaban siempre se referían a la lingüística, al idioma. Sonaba descabellado hablar de las crisis energéticas y el agotamiento de los recursos naturales en Europa y, aún más, en la década del setenta. En este contexto, Delibes se paro ante muchísimas personas y dijo: “Progresar es conservar el medio ambiente, todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es un retroceso”. La magnitud de su denuncia es muy significativa.


En el texto, Delibes remarca que el problema no es caminar rumbo al colapso natural sino que, es ir en esa dirección con absoluta conciencia y no hacer nada…

Absolutamente. El hombre esta cegado en su afán de enriquecerse y aumentar la producción. El tiene una frase que responde perfectamente a tu pregunta: “Hemos inventado cosas para destruir el planeta nueve veces pero no somos capaces de crearlo ni una sola”. Para destruir nosotros somos bárbaros, pero para reconstruir no.

¿Las analogías que aparecen en el discurso funcionan para despertar conciencia?

Si bien todo el discurso es chocante las analogías son como un golpe seco. Primero, compara a la humanidad con un tren donde los tripulantes usan la madera de los vagones como alimento para la locomotora. De esta manera, se auto consumen hasta desaparecer. La otra es la del barco. En esa los tripulantes, agotados de la incomodidad, usan partes fundamentales del barco para ampliar los camarotes. Delibes pregunta: “¿Cuánto tiempo durará la nueva comodidad? Hasta que el barco se hunda. Y por último al comparación del planeta con una nave espacial: “Cuya despensa, por más abastecida que este, siempre será limitada”



El tiene una solución pensada para evitar la autodestrucción del planeta. ¿Cuál es?

Plantea vivir en pequeñas comunidades que se autoabastecían sin dañar el ambiente. Sus personajes muestran esta perfecta relación de armonía entre el hombre y la naturaleza que el define como el auténtico progreso. Se dificulta la tarea de imaginar enormes ciudades como México o San pablo atomizándose en pequeñas aldeas.

Ya hablamos de la solución que propone Delibes. ¿Cuál es, para el, la Causa del deterioro ambiental?


La necesidad del hombre de autodemostrarse su superioridad. Asegura que ni siquiera en una situación límite el humano abandonará su papel de protagonista. Los pies de las personas ya no tocan la tierra. Perdieron el equilibrio con los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. Ahora tranzamos con la droga, la violencia, los adolescentes abúlicos. Hemos destruido la cultura ambiental. Relegamos ese aspecto para siempre.

¿Usted cree que una profesión tan sensible a la realidad como el periodismo tuvo cierta influencia en Delibes?

Sin duda. Además siendo periodista aprendió a ser concreto para transmitir sus ideas. Creo que Miguel deja dos importantes legados. Sus obras por un lado. Y siete hijos que hoy son activistas ecológicos y tomaron como propia la lucha de su padre.

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