lunes, 12 de abril de 2010

Caro Chinaski: "Con abrirle la cabeza a alguien soy feliz"



Del periodismo a las historietas en un solo paso, Chinaski llegó a formar parte de la lectura obligatoria de muchos “internautas” que siguen su blog. Los primeros fanzines, su llegada a Historietas Reales y su primer libro Indecentemente cursi reflejan el particular punto de vista sobre la vida cotidiana de esta artista.



Carolina Moadeb, mejor conocida como Caro Chinaski dibujó su primer cuento ilustrado a los 3 años, demostrando la inquietud que tanto la caracteriza hoy en día. “Si te cuento todo lo que hice me preguntarías si estoy loca”, cuenta entre risas. En la actualidad tiene tantos proyectos en mano que, cuando debe concretarlos, admite: “soy de hacer todo a último momento, y cuando llegan las responsabilidades, sufro, lloro, me estreso”

Chinaski (Seudónimo que adoptó de uno de sus autores favoritos, Charles Bukowski), editó en 2008 su primer libro titulado Indecentemente Cursi, que muestra su vida cotidiana y las situaciones más comunes contadas con una interesante cuota de humor. “Cuando me hablan de autobiografía, automáticamente me defiendo. Porque, todo el mundo hace autobiografía. Incluso los hombres de las cavernas, cuando hacían sus dibujitos en las paredes, hacían autobiografía. No hay nadie que se libre de eso, por más que se hagan cargo en mayor o menos medida”.

Para ella, la autobiografía está presente incluso cuando el personaje no la representa: “ahora estoy escribiendo una nueva novela gráfica y ningún personaje soy yo, pero cuando me puse a leerla bien, me encontré y me sentí identificada inconscientemente”.



Chinaski lleva una vida multifacética. A veces es pintora, a veces escritora, a veces profesora. Ha diseñado ropa sin tener ningún estudio de base en lo que es el diseño, fue camarera, secretaria, hizo la carrera de periodismo y sus notas no bajaban de 10, pero fue allí dónde se encontró con la profesión que hoy ocupa y que la hace feliz, la de historietista. “Me acuerdo que en un trabajo práctico de mi profesor favorito, que era de redacción, tuvimos que hacer un periódico y yo había hecho una parte que era como una tira para la contratapa. Y este profesor, que me ponía 10 en todos los laburos, que me ponía como ejemplo para los demás, me dijo ‘vos tenés que dedicarte al humor gráfico’, ¡Y lo odié! Para mi era un insulto. Yo pretendía ganarme el Pulitzer y vino el tipo a decirme esto. Pero porque en esos lugares no se podía entrar. Los historietistas venían dibujando hacía años. Igual, si hoy me lo cruzo, le daría la razón”.

Con los años, su profesión le demostró que podía tener la total libertad de expresarse sin sentirse presionada. “En mis historietas no se ve mi inclinación política. Un poco porque no la tengo y otro porque no la quiero decir”.

En contraposición con su experiencia en el periodismo, siendo historietista, Chinaski descubrió que lo que plasmaba en el papel debía ser fiel a su pensamiento como artista: “Me pasó que me pidieran una colaboración y yo decidí no participar porque esa nota estaba hablando bien de algo que yo veía mal entonces mis editores se dieron cuenta de esto y no me obligaron a nada ni me hicieron problemas. Sabían que si lo hacía, lo iba a hacer mal”.

A principios de 2009 empezó a coordinar unos talleres de dibujo. Los espacios son muy chicos, no más de 9 personas y más que los tecnicismos del dibujo, se manifiestan las relaciones sociales. “Hay un arquitecto y un diseñador que me pasan el trapo dibujando, pero a ellos les falta algo que a mi no y viceversa. Hay gente de 40 años y de 16 y está buenísimo que se junten en la misma mesa a trabajar en conjunto. Porque yo tengo un método medio raro: trato de que lo que dibuja uno, lo pinte el otro, lo corte otro y lo monte en cartón otro. Algunos lo pueden ver como una falta de respeto a su trabajo, pero para mi es un ejercicio para abrir la cabeza y compartir con el otro”.

Esta inquietud permanente la llevó a conocer cosas nuevas y maneras de demostrar su arte. Por ejemplo, cuando empezó a hacer los murales, lo hizo para probar lo que era y lo vio como “un cambio de soporte. No es un papel, no es una tela, es una pared, es algo diferente”.

Una de las anécdotas que recuerda es la de la primera vez que salió a la calle a pintar: “salí sola y, obviamente, me agarró la policía. Salí en pijama a las 3 de la mañana. Hacía collage con unos manteles de papel que me llevaba del restaurante donde trabajaba. Los pintaba y preparaba el engrudo para salir a pegarlos por la calle. En ese momento, cuando me agarró el policía me preguntó ‘¿Pero usted es artista?’ y yo me quedé mirando como diciendo ‘no me pregunte eso que no se. Creo que si’”.

Esta reacción confirma lo que Caro dice que siempre fue, “una idealista”, cree mucho en el karma y en que en la vida todo vuelve. Lo remarca con gran frecuencia probando que esa es su filosofía de vida. “Creo en qué tan bien te llevás con el mundo. Si estoy haciendo una historieta que hace reír a una persona, ya estoy cumpliendo con lo que quería cumplir. Mi meta a la hora de hacer un trabajo es hacer reír. Con abrirle la cabeza a alguien, ya soy feliz”.

Esta forma de manejarse, es la que la impulsó a dejar de lado el periodismo y dedicarse a trabajar sola: “creo en que todos somos buenos hasta que me demuestran lo contrario. Obviamente me caigo como cualquier ser humano, me desilusiono, lloro y me deprimo cuando alguien me falla. Pero si tengo que pisar cabezas, prefiero pasar por otro lado”.

Si bien cuenta que las decepciones que sufrió a lo largo de su vida personal y en su carrera, fueron muy fuertes, resalta una sola cosa: “la que aprendo soy yo. Si viene un tipo que me encarga un trabajo y después no me lo paga, yo creo que le va a volver a él y ya me queda que esa persona es un garca, y no volveré a confiar”.

Para Caro, la fórmula de su éxito es producir todo el tiempo: “cuando uno deja de producir, se estanca. Mejor hacer trabajos todo el tiempo y después tratar de ubicarlos, antes que quedarse en cero. Mis mejores laburos son los que hice sin algún objetivo concreto”.


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